In a hotel, a client speaks to the receptionist.
- Could you please call me a taxi?
- Of course! What can I do for you, Mr. Ataxi?
Explanation
If you have been to a hotel with your family, you probable noticed the figure of the receptionist. You know: that person in a suit and who looks so serious, in the place where the room keys are asked for. They are people who, by dint of meeting many travellers from all around the world, have gotten used to the weirdest situations. Nonetheless, they are still normal human beings that can make a mistake at the end of a long and busy shift.
The funny thing in the joke is in the combination of those elements: the receptionist accepts in a very formal and serious way to the client's wishes; but for some reason (maybe tiredness or distraction) he doesn't really understand the instructions. He thinks that the client is asking him to change his name, not that he calls a taxi for him. But, since he's used to much weirder things, the receptionist does what thinks is expect of him with an impeccable professionalism. Furthermore, our imagination plays a part, portraying the image of an upright-looking, phlegmatic receptionist and an astonished client who, anyway, can't really hold anything against him because, in the end, the receptionist fulfilled the order he was given.
SPANISH
En un hotel, un cliente habla con el recepcionista.
- Por favor, Llámeme un taxi
- De acuerdo, ¿qué desea señor Untaxi?
Explicación
Si habéis estado en un hotel con vuestra familia os habrá llamado la atención la figura del recepcionista. Ya sabéis: esa persona que viste de traje y que parece tan seria que está en el sitio donde se piden las llaves de las habitaciones. Se trata de gente que, a fuerza de ver viajeros de todos lugares, clases y condición se han acostumbrado a las cosas más raras. Sin embargo no dejan de ser personas que pueden equivocarse después de un día ajetreado de un turno largo.
La gracia en este chiste está en la combinación de esos elementos: el recepcionista accede de manera seria y formal a los deseos del cliente; pero por alguna razón (puede que cansancio o distracción) no entiende bien las instrucciones. Cree que el cliente le pide que le cambie el nombre, no que le pida un taxi. Pero como está acostumbrado a cosas más raras el recepcionista hace lo que cree que le piden con una profesionalidad fuera de toda duda. Además también está en juego nuestra imaginación, que se forma la imagen de un digno y flemático recepcionista y un asombrado cliente que, de todas maneras, no puede reprocharle nada porque al fin y al cabo, ha hecho lo que le ha pedido.